La zona de confort puede verse como un claro donde los árboles y las flores mueren lentamente; un espacio delineado donde todo lo que hay dentro es estático y estancado, donde la libertad de expresión y nuestra unicidad se marchitan, como una flor que no cuidamos.
La zona de confort es una prisión, una jaula de zoológico en la que nos encerramos por miedo y miedo a afrontar el cambio y el sufrimiento que conlleva. La zona de confort es una gran paradoja: nos proporciona seguridad y protección, pero al mismo tiempo limita nuestro crecimiento y libertad y, a la larga, puede conducirnos a formas extremas de tristeza y dolor.
Debemos partir del concepto de que todo en el mundo cambia y nada permanece igual, incluidos nosotros. Es inherente al ser humano buscar el cambio, porque este último la mayoría de las veces trae mejora, evolución y crecimiento en el individuo que lo acepta activamente como parte normal y fundamental de la vida.
Pero ¿por qué a veces nos quedamos en la zona de confort y nos cuesta salir de ella?
Porque como dije anteriormente, esta zona es una promesa de protección y seguridad, donde podemos dormirnos en los laureles, sabiendo lo que sucederá mañana, pasado mañana y pasado mañana. Tenemos una ilusión de control sobre lo que nos rodea, de la realidad en la que vivimos y esto nos hace sentir defendidos y apoyados; este espacio se transforma en nuestro aliado más poderoso, nuestro refugio y amparo, en el que creemos poder encontrar nuestro bienestar.
Pero todo cambia, todo varía, todo se transforma e incluso para el más acérrimo seguidor y defensor de la zona de confort, la inquietud llama a su puerta, enfrentándolo a que la ausencia de mutabilidad y cambio puede ser el veneno y la toxina que lo conducirá a la infelicidad y a su muerte psíquica.
La naturaleza está en constante cambio y como nosotros también somos parte de su misterio, necesariamente debemos acoger el cambio que la vida nos ofrece y no ir en contra de él. Todo se transforma y es ingenuo, además de dañino, pensar que no pasamos por el proceso de esa metamorfosis. En cada momento nos transformamos: no somos las mismas personas de hace 5 años, como no somos las mismas personas de ayer o de hace unas horas. Somos parte de esta evolución continua, de este fluir que nos lleva a redescubrirnos y conocernos plenamente, a estar más apegados a nuestra originalidad y unicidad, a ser la mejor versión de nosotros mismos, a aceptarnos y amarnos por lo que somos. quedandonos con la conciencia de que esto es lo que somos hoy, ya no será lo que seremos mañana.
No vayamos en contra del proceso de cambio, démosle la bienvenida, abracémoslo, aceptemos que es el curso natural de la existencia y que puede traer mayor armonía, felicidad y autoconocimiento a nuestras vidas. Abrámonos a nuevas experiencias, exploremos lo desconocido, caminemos por el camino de lo desconocido; abandonamos la zona de confort y su jaula, por una vida más rica y una existencia marcada por el contacto con nuestra verdadera identidad.