¿Cómo elegimos nuestra pareja?
Según la psicología evolutiva, hombres y mujeres toman decisiones diferentes debido a cuestiones de supervivencia de la especie y distribución de roles en función del género. No todas las teorías psicológicas están de acuerdo en estas divisiones de género. La atención se centra más bien en la función específica desempeñada (Ejemplo: «función de maternidad», en lugar de «madre entendida como mujer»).
Por eso hoy no hablaré de decisiones basadas en el género. Más bien, centraré la atención en algunos efectos genéricos e independientes del género que subyacen a la elección de pareja, ya sean mujeres u hombres.
Tres efectos de criterio guían la elección de pareja
El efecto de exposición o familiaridad
Como seres humanos (y vivos) nos vemos llevados a elegir personas que se parecen a nuestro círculo familiar: nos acercamos a quienes se parecen a nuestros hermanos, hermanas, padres… y hablamos de una similitud que se puede definir como «característica», relacional, valores, actitudes. En nuestra mente se producen mecanismos que significan que las personas que percibimos como familiares se consideran automáticamente más agradables a nuestros ojos. Este efecto se llama «familiaridad» o, en su nombre de pila, «Mere Exposure Effect», es decir, Efecto de Exposición: cuanto más estamos expuestos a un estímulo, más placentero lo encontramos. En el caso de las relaciones, si ese «estímulo» es una persona y nos recuerda de alguna manera a alguien que fue responsable de nuestros cuidados -o que, de alguna manera, estuvo siempre presente en nuestra vida desde la infancia-, entonces nos sentiremos como si “reconocerlo” y lo encontraremos especialmente atractivo, independientemente de si la relación futura es funcional o no. Esto sucede porque esa persona nos parece, inconscientemente, más predecible en sus comportamientos y reacciones, incluso cuando estas son disfuncionales a nuestros ojos conscientes, porque de alguna manera es «tranquilizadora» (entra en nuestras formas a las que estamos acostumbrados). Este efecto de exposición también estaría en la base de la explicación sobre guiones realizada la semana pasada, según la cual -a través de la teoría del apego- tendemos a elegir personas que tienen características similares a las de quienes nos cuidaron.
El efecto de similitud
Las personas conocidas también pueden ser percibidas como similares a nosotros. Además, en cierto modo es como si eligiéramos personas que puedan incentivar nuestras características específicas. De hecho, no hablamos de un parecido meramente físico, sino de una similitud de círculos sociales, intereses, nivel cultural, valores y creencias.
El efecto de sensibilidad
El último efecto se define como sensibilidad, ya que implica la propensión a cuidar de los demás. Según este criterio, a la hora de elegir pareja se da prioridad a personas que puedan mostrarse potencialmente solidarias y sensibles a las necesidades emocionales del otro (aunque sólo sea al principio, independientemente de los métodos posteriores). Este criterio cobra un gran valor, definido como «valor respecto del apego» y, para algunos estudiosos, incluso la pulsión sexual llevaría a elegir y buscar contacto con personas con las que, posiblemente, se podría tener una relación amorosa más adelante. por tanto, un vínculo de apego.
Nuestras responsabilidades a la hora de elegir pareja
Estos efectos, junto con las teorías sobre el Apego vistas aquí y aquí, nos explican cómo elegimos ciertos tipos de parejas y también subrayan una especie de «responsabilidad» nuestra más o menos consciente en esta elección.
En situaciones de relaciones disfuncionales, es bueno hacerse algunas preguntas sobre los temas que hemos tratado. Algunos de nosotros pensamos que “merecemos” algunos comportamientos molestos, otros se sienten amargados por ellos pero “no pueden dejarlos ir”; otros «golpean contra nosotros» como contra una pared, otros caen en la violencia. Intentemos hacernos algunas preguntas sobre nuestras necesidades reales, sobre «qué» nos une a ciertos tipos de parejas y por qué y, en casos de abuso, maltrato y violencia más o menos velada, buscar un apoyo adecuado es sin duda un camino más brillante. ¡Juntos es mejor!
Al principio, lidiar contigo mismo puede parecer molesto… porque empiezas a pensar «¿entonces todo es culpa mía?». La respuesta es NO… y en realidad esa vocecita es sólo la “zona de confort” emocional-relacional que llama a viejos hábitos.
¡La toma de conciencia será el camino hacia la mejora y un impulso a tu verdadero bienestar!