A veces sentimos que no tenemos tiempo para hacer nada, para dedicarnos a lo que más nos gusta, a nuevas pasiones, nuevos pasatiempos, a aprender un idioma, aprender a tocar un instrumento, descubrir un nuevo deporte y sumergirnos en él. .

Y las frases que nos repetimos a nosotros mismos son siempre las mismas:

«El trabajo me mantiene extremadamente ocupado/ocupada»

«Tenía que hacerle este favor a un amigo»

«Tuve que lidiar con esto»

«Tenía que completar esta tarea»

«Mi novio/novia me pidió que…»

Etcétera.

Y en todo esto nos olvidamos de nosotros mismos y cuales son nuestras proridades y el tiempo, nuestro tiempo, se nos escapa de las manos.

Y asì perdemos poco a poco momentos que podriamos dedicar totalmente a nosotros, momentos que podrìan ser magicos y inolvidables.

Lo fundamental es organizar nuestro tiempo de manera adecuada y ordenada y así tendremos la oportunidad de hacer cualquier cosa y así liberarnos de la desagradable sensación de que somos esclavos de otras acciones que nos sentimos obligados a realizar y de las cuales no sentimos que tengamos un control directo.

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Nuestra mente puede ser extremadamente engañosa: a veces es incapaz de vivir en el presente y vaga continuamente entre el pasado y el futuro.

Un pasado en el que persistimos en quedarnos, envenenándonos el alma con lo que pudo ser o lo que hubiera sido; experimentar remordimientos y arrepentimientos eternos.
Y un futuro hacia el cual sentimos ansiedad, miedo y angustia, porque en este tiempo reina lo desconocido y nos preocupamos por lo que será y lo que tendremos que hacer, preocupándonos por nuestros planes por venir, sean triviales o menos.

En todo esto, siempre olvidamos que queremos vivir en el único tiempo que vale la pena vivir: el presente. El aquí y ahora, este preciso instante, este momento es el único tiempo que realmente existe, porque al final, el pasado y el futuro no son más que ilusiones de nuestra mente, creaciones enrarecidas de dimensiones inexistentes.

No podemos cambiar el pasado, pero podemos aprender de él, enriqueciendo nuestro bagaje personal y actuar hoy de la mejor manera posible sin cometer los mismos errores.
Y construimos el futuro en nuestro presente, en el aquí y ahora, actuando y fluyendo sin vivir en la angustia y el miedo de lo que será o podría ser, lo que tendremos que hacer en una hora, mañana, en un mes o un año. Si estamos presentes, ahora mismo, entonces construiremos nuestro futuro ahora, y no tendremos que pensar en ello.

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Durante nuestra vida y nuestro día a día, implementamos una serie de conductas y hábitos automáticos que en ocasiones resultan perjudiciales para nosotros. Nos hacen sentir mal, crean dolor y sufrimiento, pero sin embargo no podemos controlarlos y toman el control de nuestras elecciones y acciones.

Así que avanzamos en la vida en piloto automático, realizamos acciones y gestos sin preguntarnos el por qué y la motivación de tales comportamientos, incluso cuando estos últimos son extremadamente negativos y nos hacen sentir mal. Estos automatismos surgen porque aportan, paradójicamente, una gratificación inmediata y es por ello que resulta tan complejo sustituirlos por hábitos más saludables y moderados.

A pesar de eso, no es imposible apagar el piloto automático y por fin empezar a fluir, dando sentido a nuestras acciones, dando sentido a nuestras elecciones y comportamientos y empezando a introducir en nuestra vida hábitos más sanos y más acordes con nuestra vida.

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A menudo sucede que priorizamos las necesidades de los demás mientras ignoramos las nuestras, sintiéndonos culpables si respondemos «no» a las solicitudes externas. La culpa desencadena pensamientos como: “si no hago esto, seré un mal amigo”, “soy egoísta”, “soy una mala persona porque no te estoy ayudando”.
Estos son pensamientos exagerados: ponerte a ti primero no nos convierte en malas personas. No se trata de ser egoísta y ponerte por encima de los demás, pero tampoco de dejar que nadie te pise los pies. Es bueno encontrar un equilibrio.

Poner límites no significa defender nuestra opinión y nuestros pensamientos imponiéndolos a los demás. Tampoco significa ser honesto todo el tiempo, independientemente de lo que piensen o sientan los demás. Significa dejar que otras personas sepan lo que necesitamos y queremos, incluso si no coincide con sus deseos.

Consiste en expresar lo que queremos y lo que no queremos, pero sin olvidar los deseos o necesidades de los demás, teniendo siempre presente lo que sienten o piensan los demás. Es gracias a ellos que nos sentimos protegidos mental y físicamente, representan un refugio donde sentimos que nadie nos puede agredir con sus comentarios o comportamientos.

Los límites también son útiles cuando se tiende a responsabilizarse de todo, a cargar con el peso de los problemas ajenos.

Lamentablemente en la vida cotidiana el hombre pasa por alto con demasiada frecuencia sus límites, no cuida sus barreras con el cuidado necesario para no dejarlas caer.

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La timidez es vista hoy en día como una enfermedad. No se reconocen las capacidades positivas de la persona tímida, si no sólo las negativas. La persona tímida e introvertida posee grandes dotes introspectivas, empatía, escucha activa y gran profundidad emocional; desafortunadamente, estas habilidades no son reconocidas, ya que ponerse en contacto con una persona tímida requiere una mayor capacidad de conexión y empatía y, por lo tanto, la voluntad de conectarse con el otro en un nivel más emocional, un esfuerzo que no todos tienen la voluntad de implementar.

Por lo tanto, es importante enfatizar esto: la timidez o la introversión no son enfermedades o dolencias. No hay nada de malo en ser tímido. Esta es una premisa que es de fundamental importancia hacer.

La timidez se convierte en un límite cuando no nos permite vivir nuestra existencia y nuestra vida de manera óptima. Cuando se convierte en un bloqueo que nos impide hablar en grupo, encontrar pareja, afrontar una entrevista de trabajo, salir de la zona de confort y probar experiencias totalmente nuevas. Cuando crea en nosotros un miedo atávico que no nos permite evolucionar, crecer, interactuar, creer en nosotros mismos, amarnos, seguir nuestro destino y nuestros sueños.

Podemos adaptar esta timidez y hacerla más funcional a nuestra existencia, como una característica que nos pueda distinguir, convertirse en una fortaleza y controlarla hasta el punto de que ya no bloquee nuestro progreso dentro de nuestro camino personal.

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El término ‘ansiedad’ se refiere a una reacción anticipatoria caracterizada por preocupación, aprensión, miedo, manifestaciones fisiológicas y tensión psicofísica, ante un estímulo o evento negativo en el futuro, es decir, que no está realmente presente o que podría suceder.

En el lenguaje común, el término ‘ansiedad’ muchas veces tiende a asociarse con un estado emocional negativo ya que parecería limitar y comprometer la calidad de vida de la persona y de todo su sistema familiar. En realidad, la ansiedad definida como ‘buena’ o fisiológica es aquella reacción adaptativa que moviliza todos los recursos psicofísicos y cognitivos del individuo, predisponiéndolo a enfrentarse a diversas situaciones y estímulos ambientales, de forma que pueda anticipar y planificar una respuesta eficaz, incluso en una condición potencialmente peligrosa.

En caso contrario, se vuelve negativo si persiste más allá del estímulo (por ejemplo, después de haber terminado el examen la persona sigue pensando en ello, no duerme por las noches, tiene preocupaciones sobre el resultado del mismo), comprometiendo así el funcionamiento personal, social, familiar o de laboral.

Salir del laberinto de la ansiedad no es imposible. Un enfoque dirigido, comprendiendo qué da lugar al estado de ansiedad, a qué emociones, situaciones y contextos se asocia puede permitirte controlarlo y así volver a la vida, conteniendo las preocupaciones y dándole así un nuevo sentido y significado.

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Un rasgo que lamentablemente falta en nuestra época es el ejercicio de la empatía. Cada vez nos ponemos menos en el lugar del otro y nos quedamos encerrados dentro de nuestra burbuja sin importarnos mucho lo que sientan los demás. Lo más preocupante es que la empatía también puede faltar en las relaciones con personas muy cercanas a nosotros, como un familiar, una pareja, un amigo, un compañero de trabajo.

La empatía es un pilar fundamental de nuestra sociedad, poder comprender lo que siente el otro, su tristeza, su miedo, su sufrimiento y saber tolerarlo, comprenderlo hasta con el corazón, el estómago y la mente y brindarle el apoyo que necesita. de nosotros. Pero la empatía es como un músculo y se puede entrenar. Así que siempre podemos potenciarlo y hacerlo más fuerte si sentimos que nos falta.

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Al igual que ocurre con la empatía, también se observa una deficiencia en el dia de hoy para la escucha activa. A menudo escuchamos a los demás solo con nuestros oídos, pero nos olvidamos de escucharlos con nuestros otros sentidos, así como de escucharlos con nuestra mente, corazón e intuición. La escucha activa es detenerse en esa zona de no saber y dejarse guiar por las emociones y palabras del otro, por no hablar de la extrema importancia del lenguaje corporal, verdadera fuente y expresión de lo que una persona está sintiendo en el aquí y ahora y eso transmite un mensaje mucho más profundo que cualquier palabra.

Incluso la escucha activa es como un músculo que se puede entrenar, una característica que si se ejercita puede llevarnos a tener un mejor acercamiento hacia los demás, crear conexiones más fuertes y relaciones más maduras y veraces, así como abrirnos una puerta a nosotros mismos que nos permite crecer y mejorar en todos los aspectos.

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Las creencias limitantes son todos esos «no puedo» o «no soy lo suficientemente bueno» o «no soy capaz» que nos imponemos en la vida. Son límites que ponemos a nuestras capacidades y habilidades, que poco a poco se convierten en profecías autocumplidas. Las creencias limitantes son en realidad solo creencias, fantasías, ilusiones, bloqueos irreales, que tienen como única función alejarnos de lo que realmente somos, nuestra imagen única, específica e irrepetible, nuestra mejor versión.

Nos hacen ser la sombra de nosotros mismos, un pálido reflejo de lo que realmente podríamos ser. Son como una niebla que oculta nuestra verdadera imagen que pide ser mostrada al mundo y poder brillar y finalmente ser ella misma. Las creencias limitantes nos las impusieron cuando éramos niños, las interiorizamos y nos dieron una imagen de nosotros mismos que es meramente ilusoria, un engaño.

Pero es posible despertar de este engaño, liberarse de una vez por todas de estas ideas que son falsos productos de la mente, mentiras inducidas y enseñadas por otros y así volver a ser uno mismo y nuestra mejor y más maravillosa versión.

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No siempre somos capaces de expresar nuestras emociones, lo que sentimos, lo que pensamos. Una emoción no expresada, un pensamiento no compartido, puede causar malestar e incomodidad física y mental. Compartir cómo nos sentimos y compartir lo que pensamos nos alivia el alma y ser aún más asertivos con los demás.

Cada vez que reprimimos una emoción nos estamos lastimando, nos estamos traicionando, nos estamos quitando la oportunidad de manifestar la parte más genuina y sensible de nosotros.

Una emoción tácita es una emoción que no tiene voz y que crea una incesante rumiación, tristeza y angustia. Transformar en palabras lo que sentimos nos permite dar forma a nuestras emociones, plasmarlas, exponerlas, interpretarlas y así modelarlas de forma que ya no puedan hacernos daño, sino comprenderlas y hacerlas comprender a los demás. al mismo tiempo. Las emociones compartidas activan la empatía en nuestro interlocutor y también crean una relación verdadera y genuina.

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Recordemos siempre que somos las personas más importantes en nuestras vidas. Somos las personas con las que pasaremos el resto de nuestras existencia. Por eso merecemos ponernos siempre primero, cuidarnos, darnos la absoluta prioridad y la importancia que merecemos.

Lamentablemente, a veces esto no sucede y por el contrario nos ponemos en último lugar, nos olvidamos de nosotros mismos, de nuestras necesidades, de nuestros deseos, de nuestros sueños y nos esforzamos al máximo por cuidar a los demás, por intentar solucionar sus problemas. , sus angustias, como si fueran las nuestras. Así, poco a poco, nos delatamos y nos arrinconamos, desviándonos de nuestro camino hasta olvidarnos de quiénes somos y cuál es nuestra misión en este mundo.

Es posible volver a amarnos incondicionalmente, ponernos en primer lugar, cuidarnos y encontrar nuevamente nuestra luz personal, sin tener que sacrificar nuestra existencia por otras personas, que pueden ser tan importantes y que a veces merecen nuestra ayuda, sobre todo si aman nosotros y los amamos, pero que nunca, nunca serán más importantes que nosotros y nuestras necesidades.

Cultivemos el sano egoísmo y demos prioridad total a nosotros mismos.

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El deporte es un elemento sumamente importante en nuestras vidas: nos permite sanar la mente y el cuerpo y es una panacea para nuestra existencia.

Además, cuando somos realmente buenos y capaces en un deporte en particular, comenzamos a enfocarnos en el y participar desde un punto de vista competitivo y a veces incluso profesional. Las dificultades surgen cuando nos sentimos estancados y atascados en ese deporte en particular.

Cuando ya no somos capaces de rendir, de ganar, de sobresalir, de dar lo mejor de nosotros mismos. Cuando esto sucede, tendemos a ser muy estrictos con nosotros mismos y nos llamamos incapaces, fracasados, ineptos, pero esto no ayuda, al contrario, solo empeora las cosas.

En estos casos tendremos que ser compasivos con nosotros mismos y perdonarnos y entender de dónde viene ese bloqueo que ya no nos permite ser nosotros mismos y dar el 100% en el deporte que tanto amamos. La mayoría de las veces, este fracaso en dar lo mejor de ti está ligado al ámbito emocional, relacional, algo no resuelto relacionado con el momento particular que estás viviendo que no te permite un desempeño óptimo.

Es posible superar este impasse trabajando sobre cuál es el origen del malestar y el malestar y así volver a utilizar todas nuestras capacidades.

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Tendemos a procrastinar lo que más nos causa ansiedad, angustia, miedo. Retrasamos ese evento o acción tanto como sea posible, para evitar las emociones negativas asociadas con esa tarea.

Sin embargo, la procrastinación es solo una ilusión, un paliativo, que no hace más que mitigar temporalmente las emociones negativas asociadas al evento.

Es posible mitigar la procrastinación y actuar con eficacia y efectividad, para no postergar la tarea que nos espera y realizarla casi de inmediato.

Desafortunadamente, la procrastinación nos quita la oportunidad de salir de la zona de confort, crecer y mejorar, porque tendemos a no enfrentarnos a lo que genera mayor ansiedad y angustia. Pero es enfrentándonos directamente a lo que más nos asusta y probando cosas nuevas que podemos debilitar la fuerza del proceso de procrastinación y controlarlo a voluntad.

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La comunicación es un elemento sumamente importante en la relación con el otro. A veces, sin embargo, nos sentimos estancados en la interacción con otras personas y somos incapaces de utilizar una comunicación efectiva y satisfactoria.

Esto puede pasar con una persona que amamos, como nuestra pareja, donde la comunicación ya no es plena y necesita una renovación y actualización y una mejora total en varios aspectos. O nuestra comunicación puede no parecer efectiva con las personas que tratamos de conocer, o en una entrevista de trabajo, o con nuestros amigos, nuestro empleador, etc.

Sin duda, podemos mejorar nuestras habilidades de comunicación y utilizar una forma de interactuar que se adapte mejor a las personas y contextos en los que nos encontramos. Todo ello siempre corroborado por nuestro tipo de actitud y aptitud así como por tener una imagen estable de nuestra persona.

La habilidad de comunicación es como un arte y, como cualquier arte, requiere esfuerzo, práctica y un poco de frustración. Pero una vez que dominemos las buenas habilidades para relacionarnos, tanto con las palabras como con el lenguaje corporal, estaremos agradecidos por todo el esfuerzo que pusimos y estaremos orgullosos de nosotros mismos y de lo cómodos que nos sentiremos.

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La dependencia afectiva es aquella condición en la que el individuo se siente totalmente dependiente de otra persona u objeto externo, incapaz de prescindir de su presencia, como si este individuo y este objeto fueran una extensión de él, una parte de su cuerpo, su propia esencia vital.

Las adicciones emocionales pueden crearse no solo dentro de la relación de pareja, sino también en la amistad, con los miembros de la familia, en el trabajo y con respecto a objetos externos, como con la comida, el juego, las drogas, el alcohol, etc.

¿Es posible salir de una adicción emocional y volver a sentirse libre?

¿Y es factible no volver a caer en una adicción emocional y llegar a amarse lo suficiente e incondicionalmente?

Absolutamente.

Lo indispensable es: conocerte a ti mismo profundamente, despojarte del miedo al abandono y aprender a amarte a ti mismo.

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La zona de confort puede verse como un claro donde los árboles y las flores mueren lentamente; un espacio perfilado donde todo es estático y estancado, donde la libertad de expresión y nuestra singularidad se marchitan, como una flor que no cuidamos.

La zona de confort es una prisión, una jaula de zoológico en la que nos encerramos por miedo y temor a enfrentar el cambio y el sufrimiento que conlleva.

La zona de confort es una gran paradoja: nos brinda seguridad y protección, pero al mismo tiempo limita nuestro crecimiento y nuestra libertad y a lo largo, puede conducir a formas extremas de tristeza y dolor.

Tenemos que partir de la noción de que todo cambia en el mundo y nada permanece igual, incluidos nosotros. Es inherente al ser humano buscar el cambio, pues éste trae consigo la mayoría de las veces mejoría, evolución y crecimiento en el individuo que lo acepta activamente como parte normal y fundamental de la vida.

Siempre tratamos de superarnos, de descubrir cosas nuevas, de ser curiosos, de lanzarnos a lo desconocido, tal como lo hacíamos cuando éramos niños, cuando nuestras ganas de descubrir y experimentar nos llevaban hasta los confines de nuestra vida y de nuestro mundo.

¿Nos cuesta salir de nuestra zona de confort? Nos gustaría probar cosas nuevas, cambiar nuestras vidas, pero ¿nos está frenando el miedo?

Es posible eliminar este miedo limitante y alcanzar metas que nunca habíamos imaginado.

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 La baja autoestima es como conducir con el freno de mano todo el tiempo; es como esconderse en un mar de niebla y nunca permitir que el sol se filtre para permitir que acaricie nuestra piel; siempre está mirando hacia abajo sin disfrutar de la belleza disruptiva del cielo estrellado frente a nosotros; es negar nuestra existencia, nuestro camino personal.

La baja autoestima nos da una imagen completamente distorsionada y falsa de nosotros mismos. Nos impide liberar nuestro verdadero potencial. Nos impide ser quienes realmente somos.

Sin embargo, podemos iniciar un proceso de revitalización de la autoestima, extraer nuestra verdadera esencia y convertirnos en quienes realmente somos, utilizando al máximo nuestras habilidades y capacidades innatas.

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 La agresividad y la ira descontroladas pueden afectar nuestras vidas de manera muy negativa. Empeoran nuestras relaciones, muestran una parte de nosotros que puede considerarse desagradable, pueden meternos en problemas en el trabajo o en la universidad o afectar cualquier otra area de nuestro diario.

La agresividad a veces proviene de emociones no expresadas, de no establecer límites sanos y bien definidos, de no decir No y no darse prioridad o incluso de otras causas que han comenzado a echar raìces en un pasado lejano.

Recordemos que la ira no es una emoción negativa, en reversa es sumamente útil: la ira nos permite poner límites y por tanto es necesaria tanto desde el punto de vista evolutivo como de defensa personal, al expresar al otro lo que queremos y lo que nosotros no deseamos que se nos diga o se haga.

La ira se convierte en una dificultad cuando no la utilizamos en manera adecuada y nos lleva a explotar y comportarnos fuera de nuestro control. Tomemos posesión de ella nuevamente y usemosla de una manera más evolutiva y apropiada al contexto.

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El final de una relación causa un gran dolor y pérdida. Se rompe un vínculo con la persona con la que hemos compartido meses, si no años, de nuestra vida y de repente nos encontramos con que tenemos que reconstruir nuestra vida y reinventarnos y esto nos hace sufrir muchísimo.

Extrañamos todas las cosas que solíamos hacer con esa persona: las actividades, el sexo, los paseos, los abrazos, los viajes, las risas y mucho más. Lo que nos hace sufrir aún más es el inicio de una nueva etapa, donde es necesario dar a luz una imagen de nosotros fuera de una relación de pareja, como un solo individuo desatado de un vínculo afectivo basado en la presencia de dos individuos.

Me encantaria acompañarte en este proceso de transformación, de construcción de un nuevo yo, alejado del vínculo de la pareja. El final de una relación provoca un gran sufrimiento, pero este dolor, si se procesa adecuadamente, puede proporcionarnos una nueva imagen de nosotros mismos, aún más auténtica y original, y dar vida a un período que podemos aprovechar para darnos importancia a nosotros mismos, y conocer nuevas pasiones, intereses, explorarnos, conocernos profundamente y vernos desde un ángulo y una perspectiva desde la cual podremos crear una representación de nosotros mismos completamente renovada y más cercana a lo que realmente somos, nuestra mejor versión.

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En diversas etapas de nuestra vida nos encontramos elaborando diferentes duelos: la muerte de una persona o mascota a la que amamos; el cambio de una ciudad; una mudanza; el cambio de un trabajo; el cambio de un grupo de amigos y mucho màs.

Estos eventos son cambios que provocan un terremoto y una convulsiòn emocional en la vida de una persona de la que uno se siente abrumado y aplastado y de la que parece no haber salida. En el sentido común, solo se le da importancia a la muerte de un ser querido, mientras que otros subestiman cuánto dolor pueden causar los cambios que mencioné anteriormente, un dolor que a veces no nos permite vivir y del cual nos sentimos bloqueados e impotentes.

El proceso del duelo es un proceso que lleva tiempo, pero no es imposible salir del laberinto del dolor. Un dolor que no debe ser eliminado, escondido, reprimido, sino transmutado, para darle un valor que pueda ser útil para nuestro renacimiento. Quisiera brindarte un espacio seguro donde puedas expresar abiertamente tu sufrimiento y juntos transformarlo, moldearlo, transmutarlo y así darle otro nombre, otra etiqueta y permitirte florecer y volver a la vida.

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