Victimismo: significado y características
¿Qué es el victimismo y qué significa? El victimismo es la actitud típica del victimista, es decir, de una persona que siempre quiere asumir el papel de víctima y que tiende a sentirse opuesto e indeseado, a culpar a los demás y a quejarse.
Todo el mundo se siente a veces blanco de circunstancias negativas o víctima de una injusticia y tenemos derecho a quejarnos de ello. Asumir el papel de víctima es una experiencia humana normal.
Sin embargo, si bien ser víctima cuando se ha sufrido un mal o un daño es normal, el victimista siempre necesita señalar a algún culpable, incluso cuando éste no está presente, y vive lo que le sucede de una manera exageradamente dramática. Por tanto, el victimista es una falsa víctima, que afronta las situaciones de la vida de forma inmadura y no se responsabiliza.
Hacerse la víctima también tiene consecuencias negativas
El victimismo patológico provoca malestar, genera una visión pesimista de la realidad y lleva a alimentar emociones negativas. Todo ello también puede degenerar en arrebatos de ira y otras manifestaciones agresivas, e incluso conducir al desarrollo de un problema psiquiátrico, como depresión, trastornos de ansiedad y trastorno paranoide.
El victimario es difícil de soportar y por ello amigos y familiares tienden a distanciarse. El aislamiento consolida aún más su creencia de que es una víctima y esto crea un círculo vicioso de negatividad que se alimenta de sí mismo y compromete el bienestar psicológico del individuo y de quienes lo rodean.
Desde un punto de vista neurológico, debido a las repetidas activaciones de las áreas cerebrales involucradas en la victimización, se termina comprometiendo la capacidad de resolver problemas y responder a situaciones de crisis.
Kit de identidad de la víctima.
El victimismo puede reconocerse gracias a elementos específicos que lo caracterizan. Estas son las características típicas del victimista:
siempre busca alguien a quien culpar, deslegitima todos los argumentos de su «culpable», nunca admite sus errores ni sus faltas, no sabe pedir disculpas y no asume sus responsabilidades.
Manipula a los demás y distorsiona la realidad.
se queja y se compadece de sí mismo todo el tiempo
Tiene una actitud pesimista, exagera la gravedad de los acontecimientos y es incapaz de expresar sus emociones sin ser trágico o dramático.
tiende a envidiar a los demás por sus éxitos
cree que nadie lo entiende y que todos están enojados con él
siente que siempre le falta algo
guarda un rencor perpetuo.
Los «beneficios» que obtiene quien se hace la víctima
El victimismo es una opción conveniente y aparentemente aporta muchas ventajas al victimario, y es precisamente por eso que tiende a cronificarse. El victimista continúa actuando como víctima porque siente que obtendrá los siguientes beneficios:
Recibe cariño, escucha, compasión y protección del otro.
Él es siempre el centro de atención.
Se salva de las críticas de los demás.
Aligera sus responsabilidades
Tiene la sensación de que su vida no es aburrida y monótona.
Él cree que tiene derecho a quejarse.
Tiene al otro en sus manos y siente que puede dominarlo, especialmente si el otro es un tipo de persona que tiende a sentirse culpable.
¿Cómo dejar de hacerse la víctima?
Para dejar de hacerte la víctima, necesitas mirar honestamente dentro de ti y reconocer tus defectos, pero también tus fortalezas, porque en el proceso también es fundamental fortalecer tu autoestima. Debemos cultivar el amor y la gratitud por nosotros mismos y por los demás a diario. En este trabajo interior puede resultar útil mantener la mente limpia, dar paseos por la naturaleza, meditar y llevar un diario.
Una vez que hayas desarrollado conciencia de tu actitud, debes reconocer su ineficacia y las consecuencias negativas que genera. A continuación, se deben abordar los miedos e inseguridades que se esconden detrás de la victimización. También debemos entrenarnos en el ejercicio de la responsabilidad, que consiste en poner en práctica diariamente conductas adultas y en detenernos a reflexionar cada vez que surge el carácter de la víctima, preguntándonos «¿de qué otra manera podría comportarme?».
El victimismo es el resultado de actitudes repetidas y no es fácil de erradicar. Requiere una reprogramación real de los hábitos mentales. El recorrido con un psicólogo puede ayudar mucho a identificar bloqueos y miedos, a tener una visión más clara de la realidad y a corregir ciertas conductas disfuncionales que tanto sufrimiento generan.