Gastamos gran parte de nuestras energías vitales y mentales viviendo en dos dimensiones temporales que no nos pertenecen: el pasado y el futuro. A veces vivimos con remordimiento por el pasado, por lo que se hizo y que lamentablemente no se puede cambiar o por aquellas oportunidades que no se aprovecharon y que quizás nunca más volverán a surgir. Reflexionamos sobre lo que pudo haber sido y no fue, los sentimientos de culpa y tormento dominan a la persona y el arrepentimiento invade la mente con pensamientos como: “Si hubiera elegido…” “Si no hubiera dicho…”.
Sin embargo, cuando nos detenemos en el futuro, los sentimientos predominantes son la angustia y la ansiedad. Vivimos en una perpetua inquietud, donde nos sentimos aplastados por los proyectos, por los planes de un futuro incierto, del que nada sabemos, desconocido, que asusta y aterroriza, en la constante opresión de no poder alcanzar nuestras metas y de fracasar. Tristemente.
En todo este vórtice de emociones negativas y ansiosas, nos olvidamos de vivir en la única dimensión temporal que es verdaderamente importante y en la que siempre tendremos que detenernos: el presente. El tiempo no es más que una construcción humana, una mera ilusión; algo creado para darle dimensionalidad y significado al futuro, al flujo de acontecimientos y acontecimientos. Si lo piensas bien, lo que estás haciendo en este preciso momento ya puede considerarse el pasado y el siguiente paso el probable futuro por venir. Por eso nos detenemos eternamente en el momento presente, el aquí y el ahora, el único momento que realmente estamos viviendo y saboreando, sin darnos cuenta, como a veces nos detenemos en el arrepentimiento del pasado y en la angustia del futuro, sin embargo entendiendo cómo de esta manera estamos disolviendo nuestras energías en un acto que sólo resultará en un sufrimiento intenso.
Como se dijo anteriormente, el único momento que se debe vivir es el momento presente, el aquí y el ahora, ya que sólo en el momento preciso que distingue al presente tenemos la verdadera facultad y oportunidad de construir nuestro futuro y asimilar lo que estaba en el pasado. el pasado. Es en el preciso momento que estamos viviendo que podemos realizar acciones que puedan mejorarnos a nosotros mismos y a nuestra existencia. Es en el momento presente donde debemos actuar, colocando paso a paso los ladrillos de nuestro futuro para construir un mañana a partir de nuestros sueños, nuestros anhelos, nuestros proyectos más profundos y personales, para alcanzar el estado de felicidad al que tanto aspiramos.
Sin embargo, si perdemos el tiempo rumiando nuestro pasado y preocupándonos por nuestro futuro, perderemos la posibilidad de ser felices ahora, de construir sentido y significado en el aquí y ahora, ya que el pasado no se puede cambiar y el futuro no se puede cambiar por completo. planeado y pensado, ya que debe ser construido momento a momento en el presente. Sintamos compasión por nosotros mismos, perdonémonos y creemos en el presente, dejándonos llevar por el fluir de la vida y la existencia, ya que nuestra alma y nuestra esencia más profunda y nuestra intuición encontrarán el camino hacia nuestra felicidad. Aprendemos a improvisar y dejar de controlar nuestra existencia.