¿Por qué nos reprimimos?
Si no vives tan plenamente como te gustaría, tu vida sólo te ha llevado a hacer aprendizajes equivocados. Un poco como funciona en la escuela, incluso en la vida nunca dejas de aprender. Veamos juntos cuáles son los motivos que nos llevan a parar.
1. Hemos aprendido que las necesidades de los demás importan más que las nuestras
Los padres primero, los amigos después, la sociedad incluso después… Crecemos con mil presiones. Lamentablemente, a día de hoy aún falta educación emocional, por lo que nuestros padres nos hacen crecer con el peso de las expectativas. Primero intentamos satisfacer las expectativas de los padres, luego las del grupo de iguales, amigos, profesores y, más tarde, las sociales. Creemos que usar un vestido de marca es importante, por supuesto, es sólo para hacernos más aceptables.
Este aprendizaje implícito tiene fuertes repercusiones en nuestras vidas. Tal vez sea tu necesidad de aprobación lo que te frena. Las necesidades de aprobación y pertenencia son innatas en la especie humana, pero cuando te impiden expresar quién eres realmente, pueden volverse muy disfuncionales. En un intento de respetar las expectativas y necesidades de los demás, ¡nos olvidamos de dar lo mejor de nosotros mismos para satisfacernos a nosotros mismos! Aquí estamos satisfechos (en el amor, en el trabajo, en casa…) de lo que nos pasa, ¡dejando de construir y de intentar!
2. Hemos aprendido que no somos suficientes
¿Alguna vez te has preguntado por qué no te gusta la incertidumbre? ¿Por qué prefieres quedarte en la zona de confort en lugar de explorar los nuevos mundos con los que sólo te atreves a soñar? Esto te sucede porque no crees que puedas hacerlo. El miedo a lo desconocido, la resistencia, surge sólo cuando no tienes confianza en tus recursos. Aquí entonces, en los casos más dramáticos, emergen la ansiedad y la manía de control. Intentas controlarlo todo para contenerte, por miedo a no lograrlo, porque la idea de que no eres suficiente, de que no puedes merecer lo mejor, está tan arraigada en ti que lo sabotea todo de raíz.
Aprendiste que no mereces lo mejor cada vez que tuviste que renunciar a algo solo porque te dijeron (o te hicieron entender) que no serías capaz. «No andes en bicicleta o te lastimarás», «si te lastimas no vengas llorando a mí, te lo advertí». «Te dije que pasaría», «pero ¿qué has hecho? ¡Qué vergüenza!», «Sigues siendo el mismo inútil», «¡Lo rompiste todo! ¿Eres estúpido?». Estas y muchas otras frases similares resuenan en la mente del niño como una condena. Pronto aprendemos a no confiar en nuestros propios recursos. Nos sentimos impotentes ante todo y perdemos nuestro espíritu natural de iniciativa, ¡aunque el deseo de explorar y experimentar permanezca intacto!
3. Hemos aprendido a «ser» buenos niños
Quienes tienen miedo al fracaso sólo lo tienen porque les han inculcado el miedo a cometer errores, a decepcionar a mamá y a papá. Aunque hayan pasado décadas y décadas desde entonces, aunque estos pensamientos ya no estén en nuestra memoria explícita, el miedo a decepcionar está ahí y pone freno a todo. La vergüenza asociada al fracaso es tan alta que resulta inaceptable, asfixiante.
«¿Y si me equivoco? ¿Qué pasa si no funciona? ¿Qué pasa si doy una mala impresión? ¿Pero qué pensarán de mí? Son tantos los pasos adelante que no damos con miedo al fracaso, cuando ese miedo surge de algo tan remoto que ya no pertenece a nuestro presente. Por eso nos tomamos cada error y cada fracaso de manera tan personal. Si estas palabras resuenan en tu interior, debes aprender que puedes permitirte el lujo de cometer errores. Ya no tienes que ser bueno. Puedes hacerlo todo mal. Fallar. Puedes, puedes, puedes. No pasa nada, te sentirás solo… por fin, libre. Una sensación que es nueva para ti si llevas años viviendo en modo contenido.
4. Hemos aprendido a ignorar nuestras necesidades
Al mirar fuera de nosotros mismos, temer y tratar de respetar las expectativas de los demás, hemos acabado negando partes de nosotros mismos, reprimiendo emociones y necesidades, hemos acabado creando una enorme maraña de cosas inexpertas. Aquí es donde puedes empezar de nuevo, es momento de seguir adelante, pero sólo podrás hacerlo realizando los aprendizajes correctos. Cuando ignoramos durante un año lo que llevamos dentro, literalmente perdemos el rumbo, lo perdemos y con ello, también nos perdemos un poco a nosotros mismos. Por suerte no es una pérdida irreversible, al contrario, estás ahí, intacto, no te falta nada, sólo necesitas un poco de calma para aprender realmente a conocerte, a escucharte y liberarte.
Nuevo aprendizaje, nueva vida.
Ha llegado el momento de elegirte a ti mismo y experimentar nuevas formas de ser, con aprendizajes nuevos y sin precedentes. Puedes aprender que nunca vale la pena intercambiar una parte de ti mismo para recibir aceptación y estima a cambio. Así como puedes aprender que no son las calificaciones, no es el diploma, el título, el estatus social, las marcas, los títulos o incluso el trabajo que haces lo que te hace digno de amor y aprobación. Tienes valor intrínseco, mereces un espacio y un tiempo en el que expresar plenamente quién eres y mostrar el maravilloso mundo que llevas dentro. ¡Podrás aprender que eres suficiente, que puedes actuar a pesar de tus inseguridades!